3.8.16

Fiestas populares pequeñas pero no invisibles. Para José Sánchez Visauta, violinista de Berdún que cuando se casó dejó de tocar

Asistimos desde unos años a esta parte al cansancio que provoca la rivalidad, auspiciada por el ladrillo, entre municipios aragoneses por contar con piscina cubierta, residencia o tanatorio, echando por tierra una necesaria concepción de las comarcas e incluso los convenios entre ellas como procuradoras de dichas instalaciones.
Nos referimos a la evidente sobrecarga de equipamientos Jaca-Sabiñánigo, ejemplo que mejor conozco, cuando la sociedad civil y negocios evidente y necesariamente colaboran, se entremeten y a nadie se le ocurre pensar que un concesionario de automóviles o tractores no pueda servir, y sea necesario que sirva para que no desaparezca, a los 30.000 habitantes conjuntos.
Orquesta, charanga y cuarteto… Campo, Sobrarbe.

Eso pasa en la esfera privada y tenemos que hacer que pase en lo demás. Pero no. Se ha ido en dirección contraria. Os tengo que mencionar nuevamente al novelista Chirbes o a nuestro Martínez de Pisón que lo han corroborado sin paliativos.
Y una de las manifestaciones de dicho desvarío es la rivalidad en charangas, orquestas de más de 6.000 euros, actuaciones… entre municipios próximos al grito de que si el otro los programa por qué nosotros somos menos. Imitan tan bien la música incluso disco que todo Dios escucha pero nadie baila.
Sin embargo, pequeños municipios que no cuentan apenas con población en invierno como Bagüés, Arrés o Majones, han conseguido recuperar sus fiestas patronales.
Más allá de que sea donde más se baila y menos aburrida está la concurrencia, pues se evita el cinturón de abuelas criticonas tan propio de los pueblos intermedios, ya no es que todo valga, es que a la gente le parece un milagro estar allí, celebrarlo y esa recuperación produce sinergias.
Produce encuentros que, propiciadas de modo inteligente las actividades de ellos derivados, favorecen a Aragón en su conjunto. Hablaré de ello esta semana.
Pero en esa entrada quiero homenajear a los músicos de los pueblos grandes que en los años 40 hasta el 60, antes de su total crisis demográfica, hicieron felices a sus gentes.
A la Orquesta Sobrarbe del padre del impagable José Mari Campo, la Orquesta Serrablo, la Moncaína, la Orquesta Ríos que vino a Berdún desde Belver de Cinca unos 15 años… Las rondas de cada pueblo…
Los Ríos, reyes del Berdún ye-ye que todavía existe… Los únicos que bailan por Karina.
Los músicos de Berdún de oído que tocaban por José Alfredo Jiménez, que tanto conmoverían a Bunbury. Que recibían las partituras en Idarsa, el coche de línea con precioso nombre “La Hispano Ansotana”, que preparaban las canciones en el crudo invierno del día corto y que en verano se iban andando a tocar tres días a nuestros pueblos vecinos por la comida y el vino.
En un nonstop de ser charanga, orquesta y responsables de los bailables. Cuando las fiestas se vivían de día… Vaya mi reconocido homenaje encarnado en la dedicatoria.
Mis letras favoritas de esta época…
“La hoguera se secó… y echo las raíces fuera… y mi madre no me quiere porque ando de borrachera…” (cantada por el padre de José Mari Campo en Mediano)
Quien sabe por donde andarás, quien sabe que aventura tendrás
Qué lejos estás de mí… (cantada por nosotros, la Ronda de Berdún. No tocamos fuera).
03.08 Luis Iribarren