15.12.14

Acequias de la Zaragoza de hace 150 años

Hace siglo y medio en las casas de los zaragozanos de entonces no había agua corriente, como no la había en numerosos pueblos españoles hace solo 50 años. El agua de consumo se tomaba de acequias o fuentes elegidas por su calidad o bien se compraba a los aguadores que te subían a casa agua en tinajas para llenar las tuyas, mientras que el agua de lavar se empleaba el de la acequia más cercana a la vivienda, bajando  las mujeres a lavar ropas o enseres.

El agua por la que se pagaba más precio era la que traían desde el río Gállego a la altura del puente de Santa Isabel, solo para familias de alta alcurnia pues no era sencillo poder pagar tan preciado líquido. Aquellas aguas eran turbias en algunos periodos del año, y para eso se empleaban las grandes cubas o tinajas de barro que en cada casa se tenían para decantar las aguas y dejar que los sedimentos se posaran en el fondo. Todo esto en pleno centro de la ciudad de Zaragoza y hasta hace poco más de siglo y medio.

En varios tramos del Coso zaragozano existía una acequia ancha y a veces de gran caudal que había que cruzar con pasarelas que ponían los mismo vecinos. Cuando el agua bajaba brava los barros eran continuos y siempre, en las orillas, las hierbas crecían hasta una altura de más de medio metro. Lugar exquisito para que las rata se escondieran.

La principal acequia que daba agua a la ciudad de Zaragoza era la de la Romareda, que bajando hasta lo que hoy es la calle Doctor Cerrada, entonces calle de Los Cubos, se dividía luego en dos acequias desde el Paseo Independencia hasta la calle Cádiz donde ya dividida una se dirigía hacia Santa Engracia y la otra hacia el Coso y luego hacia la calle San Miguel. Ambos ramales terminaban desembocados en el río Huerva.

Otra acequia de aquellos año venía de la Almozara cruzando el Portillo para entrar hasta el Coso y de allí daba agua a la Fuente de la Princesa en la Plaza hoy de España, antes de San Francisco o de la Constitución.

Otra acequia muy necesaria era la que venía desde la Avenida de Valencia por Hernán Cortés y que después de entregar su líquido al Hospital de Nuestra Señora de Gracia y antes el Hogar Pignatelli, terminaba por la zona de la plaza del Carbón.

En el Rabal existía la acequia de su nombre, del Rabal, que daba agua a todo el barrio hasta acabar en el Ebro.