15.12.14

¿Las mentiras de la iglesia son pecados graves, de las de infierno?

Pedofilia, apropiaciones o mentiras van saliendo día a día desde Papas a Diáconos, pastores de la santa madre iglesia. Teólogos implicados en el uso de la palabra de Dios haciéndola propia para dar a conocer las bondades del cristianismo al mundo católico, se están cubriendo de gloria, y no precisamente divina. De sus diez mandamientos, cinco de ellos se ven incumplidos por algunos de esos sacerdotes no precisamente ejemplo de castidad, ética y moral.

El celibato sacerdotal contempla la  homosexualidad, acción que nunca puede ser bien entendida por  los feligreses que ven en ellos la santidad hecha carne, otros quizás más aperturistas lo podrán disculpar: ¡si es consentido y entre adultos  ellos verán!.

El sacerdote no deja de ser humano como persona racional, pero cuando su conducta deriva a irracional  en aberraciones hacia menores no tienen perdón ni de su Dios y menos de la sociedad.  Siglos en la Jerarquía eclesiástica de oscurantismo y actuales clérigos por abusos sexuales o encubrimiento siguen saliendo a la luz en casos descalificables, fueran consentidos o no.

Casos recientes de pederastia como el de los tres sacerdotes y un seglar en Granada, disculpando sus vergüenzas el propio arzobispo de esa  diócesis Francisco Javier Martinez, llegando a decir que el sexo oral no es pecado si se piensa en Jesús. Acusación en Aragón de abusos y robar (presuntamente) del cepillo 210.000 euros el cura de Borja, o el de Epila por un supuesto acoso al diacono, mientras el emérito arzobispo de Zaragoza le prima a este por ocultar el misterio. Por cierto, mentirosillo nos salió Ureña, arzobispo de Zaragoza obligado a dejar su cargo por el papa Francisco y no por enfermedad, como dijo al dejar el cargo de la diócesis zaragozana.

Trabajo tiene la iglesia si quiere evitar esa decadencia de fieles y sacerdotes, en una religión con un 7 % de abusos sexuales documentados graves a menores.

                                                                                       Daniel Gallardo Marin