17.12.14

Reflexiones sobre la Reforma Constitucional (y 2)

Es curioso cómo unas reflexiones sobre la negativa de los miembros del Gobierno del Estado a la revisión de la Constitución, han producido lo que ningún otro artículo de éste servidor había provocado hasta la fecha: multitud de opiniones diversas e incluso divergentes. ¡Reforma o ruptura!, viejo debate truncado que, traído a Aragón, determina nuestro estatus como país sin derechos, perezosamente perdidos y traicionados, y nunca recuperados.

Todos somos hijos de nuestro pasado y nuestras circunstancias, de nuestro núcleo social e incluso familiar, por lo que la opinión que se transmite, nunca puede gozar en su totalidad de una libertad individual no condicionada.

La opinión expresada en esas líneas, también denuncia el incumplimiento, por parte del poder, del articulado de la norma que es más favorable al pueblo, cuando no, del desarrollo torticero de sus preceptos, a lo que hay que añadir, cada vez que surge un conflicto, la figura cuota calibrada  del Tribunal Constitucional.

Si se lee la Constitución de 1978 con detenimiento, en los principios básicos sobre los derechos fundamentales y sobre los derechos sociales e incluso económicos (que deberían establecerse como de obligado cumplimiento), se puede decir que fue un texto avanzado para la época y para las circunstancias históricas en las que se elaboró y aprobó. En la práctica,  parece que solo son imprescindibles de cumplir: la reforma acordada del artículo 135, la unidad de la patria, la bandera, el ejército, el rey, etc. Está claro que todo quedó en su día atado y bien atado.

El pueblo tiene poca capacidad de reacción. Tampoco podemos decidir sobre su cumplimiento o, en su caso, acatamiento o no, desgraciadamente. A nosotros solo nos dejan  la libertad de sometimiento y sufrimiento pero, es bueno releer sus artículos para ver que se incumplen sistemáticamente todos los que nos entroncan con el progreso social, para así, intentar actuar consecuentemente.  

Por lo demás, y sin perder un ápice de la rebeldía propia, ajustada a la edad por supuesto, y con nuestras innatas y pequeñas contradicciones personales, se puede decir que los hechos de cada momento histórico deben valorarse en virtud de ese momento concreto y sus circunstancias, no siendo honesta la evaluación de una norma de 1978 con criterios de actualidad.

Si en mi conducta obviara la razón y me dejara llevar por el corazón, optaría por tirar el edificio y empezarlo de nuevo o mejor, vivir en otro diferente, pero el tiempo y la experiencia nos hace reconocer que esto no es probable hoy y más con el adocenamiento que padece el pueblo, pues parece que simplemente se despereza en esta mañana nebulosa y gris y puede que el sueño le vuelva a dominar alejándolo de oníricos  libertadores.
Antonio Angulo Borque