26.1.15

La política en tiempos de confusión

Siempre he creído en la Política y en la actividad política como una actividad muy digna -¡y difícil!- de servicio a la sociedad. Sigo creyéndolo también en estos momentos de confusión en los que se acaba metiendo en el mismo saco a todo el mundo, como si con ello se pudiera exorcizar la grave crisis global que atravesamos.

Han sucedido tantas cosas que nos afectan a tantos niveles que es lógico que exista una cierta confusión ¿Quién imaginaba hace diez años la crisis que íbamos a vivir?

Decir “vivir” la crisis se queda escaso. Muchas personas están sufriendo en sus propias carnes la pérdida del empleo, el empeoramiento de sus condiciones laborales, la disminución de sus salarios o la pérdida de su vivienda y, la inmensa mayoría, una pérdida incuestionable de su calidad de vida. Y mientras eso está sucediendo, nos enteramos día tras día de nuevos engaños y fraudes vergonzosos contra la hacienda pública por parte de personas relacionadas con la actividad política ¿Explica esta situación el hartazgo ciudadano? Rotundamente sí, y por eso es más necesaria que nunca una actividad política ejemplar por su honestidad, aunque reconozcamos que el contexto ayuda poco.

Las medidas económicas y sociales impuestas por el actual gobierno de Rajoy han supuesto hasta el momento un injustificable desgaste de nuestros servicios públicos difícil de enmendar en los años venideros. EL PSOE de Zapatero había dejado el terreno abonado: la modificación del artículo 135 de la Constitución fue el principio de esta carrera hacia la pérdida de derechos. Hubo otras reformas que fueron un fiasco y una suma de parches mal puestos, como la educativa; otras, timoratas, como la de la memoria histórica; las hubo también carentes de una financiación suficiente a medio y largo plazo, como la ley de dependencia; y no llegó nunca un compromiso efectivo con la universidad pública y la I+D. Muchas otras reformas no salieron de los cajones, como la necesaria ley de financiación municipal…

El PP supo aprovechar bien esta coyuntura desde el principio en su propio beneficio. Desde el inicio de la legislatura, esta derecha ultraconservadora se ha afanado en diluir los progresos sociales y en legislar en beneficio de los de siempre, imponiendo políticas austericidas. Conclusión: las desigualdades sociales son cada vez más profundas; nuestros servicios públicos son menos solidarios que antes; nuestra educación pública tiene muchas más limitaciones para realizar bien su importante función social; nuestra justicia es menos accesible que nunca; nuestra sanidad es cada vez más restrictiva, agobiada por los sucesivos y brutales recortes; nuestros servicios sociales están desbordados y no pueden dar una respuesta a las necesidades crecientes, etc. A más a más, como decimos por aquí, la suma de recortes y de incumplimientos de compromisos adquiridos con Aragón explica en buena medida el retroceso al que nos están llevando en el conjunto del Estado.

Así que, efectivamente, nos indigna tanto la pérdida de derechos, como el descubrimiento de la desvergüenza de demasiado listillo que ha sabido sacar tajada del momento. Sucede en un contexto en el que todo aparece confundido bajo el manto de la corrupción –fuerzas políticas, dirigentes bancarios, organizaciones sindicales, etc.- y da la impresión de que ya nada es válido, de que a la sociedad en general le resulta cada vez más difícil hacer un ejercicio de reflexión y separar el grano de la paja. Sin embargo, debemos hacerlo.

Necesitamos personas comprometidas en la gestión de lo público y necesitamos que desde la reflexión política se elaboren propuestas claras, útiles y éticamente intachables, es decir, que se guíen esencialmente por el interés social. Pero quien se comprometa en este periodo tiene que hacer mucho más que lanzar discursos de grandes palabras o disimular sus grandes fracasos. De momento, tiene que conocer bien esos problemas, permanecer cerca de la gente, vivir sus realidades… y nada mejor que las distancias cortas, que mantienen una mirada abierta con inteligencia. 

En su momento quise involucrarme en esta inmensa tarea colectiva, y sigo pensando que la mejor opción son las personas que conocen Aragón, lo viven, quieren trabajar por una sociedad más justa y solidaria y se dejan la piel si hace falta para conseguir un futuro digno para todas y todos. Sepamos separar el grano de la paja aunque las propagandas –las viejas y las nuevas- nos abrumen.
Nieves Ibeas Vuelta