7.7.16

Los leones, Zaragoza y su Puente de Piedra

Nuestra ciudad de Zaragoza, posee en su escudo heráldico las armas inspiradas en un sello rodado de Alfonso VII, conocido como Rey Emperador de las Españas y de Castilla y León, a consecuencia del breve vasallaje del “Regnum Caesaraugustanum” por el que ocupó militarmente nuestra ciudad tras la muerte de su padrastro Alfonso I “El Batallador”, bajo el pretexto de que pudieran los musulmanes volver a ocupar Zaragoza (Saraqusta), por lo que la puso bajo su mando con sus tropas y la ocupó él y por ello además de vasallaje nos pudo el mismo león rampante de su Reino de León en nuestro escudo. Sólo habían pasado 16 años de la reconquista de la ciudad por Alfonso I cuando este murió y no se había logrado repoblar de habitantes cristianos en suficiente número como para sentirla segura y que no se sublevaran los habitantes, que en su mayoría seguían siendo mudéjares.

Alfonso I el Batallador dejó en herencia su reinado al Santo Sepulcro de Jerusalén, pero su hijastro Alfonso VII no hizo caso al testamento y optó por ocupar el Reino de Aragón y sacar del convento a su hermano Ramiro II “El Monje”, para que una vez seglar pudiera tener descendencia y nombrarlo Rey como así hizo, en disputa también con el Rey de Navarra, García Ramirez.

Ramiro II “El Monje” logró separar a Zaragoza del Reino de Castilla y León tras dos años de negociaciones, pero bajo la entrega de grandes cantidades de impuestos y acordar el matrimonio de los hijos de ambos, pero manteniendo el león en el escudo, que además de seguir en el escudo, está totalmente integrado en nuestra ciudad.

La presencia de leones como piezas de prestigio en Zaragoza está documentada a partir del siglo XIV. “Se sabe que en los fosos del palacio de la Aljafería, en el siglo XIV, había leones vivos que estaban a cargo de un leonero judío. Y se sabe que en 1369 se organizaban en Zaragoza luchas entre leones y otros animales” según nos recuerda Antonio Mostalac, jefe del Servicio de Patrimonio e Historia Cultural del Ayuntamiento de Zaragoza. En el archivo de la basílica del Pilar se conserva un sello con un león rampante fechado en 1299. En la cripta de Santa Engracia hay un león rampante del siglo XVI, en un pedestal de alabastro. Durante el siglo XVI hubo un león vivo en la iglesia de San Andrés. La ciudad de León de Nicaragua está hermanada con nuestra Zaragoza, como otro detalle de la importancia del león en nuestro devenir.

En el lugar donde se encuentra el Puente de Piedra o Puente de los Leones como también se llamó, ya existía uno de madera en la época romana. Coincidía con la prolongación del Cardo Maximus (actual calle Jaime I), frente a una de las puertas principales de la ciudad y servía entonces aquel puente también como de acueducto.

En documentos medievales se cita que el Rey Alfonso I el Batallador lo cruzó al conquistar la ciudad a los musulmanes en 1118. La estructura actual fue construida en el siglo XV en estilo gótico, con piedras de Muel, La Muela y El Castellar y bajo la dirección de los maestros españoles Frenoya y Coirat y del italiano Matéu.

A consecuencia de los daños causados en el Puente de Piedra por la gran riada del año 1643 que destruyó las arcadas centrales, hubo que reconstruirlo cuyas obras concluyeron en el año 1659, y para conmemorar aquel momento, el Concejo de la Ciudad encargó a Felipe de Busignac, arquitecto procedente del  Rosellón, la realización de cuatro grandes leones de piedra, símbolo de la ciudad de Zaragoza, para situarlos a las entradas del puente.

Los leones, tras una nueva reforma llevada a cabo en  1908 (y no en 1917 como leemos en muchos sitios), fueron retirados.

Como recuerda una jota de la época:
"Cuatro leones tenía
el viejo puente de Piedra:
Si viviera el Tío Jorge
de pena se moriría".

Para reponer este olvido histórico, en 1991 el escultor Francisco Rallo recibió el encargo del Ayuntamiento de Zaragoza para crear en bronce las actuales figuras de los cuatro leones, en recuerdo de aquellos primitivos, y que se colocaron sobre unos altos pedestales, donde hoy día podemos verlos.

Nota.: Texto remitido por Carlos Labrador, fiel lector de este blog.